GONZÁLEZ, FERNANDO
Después de ser expulsado del consulado en Marsella, Francia, Fernando González regresó a Colombia en junio de 1934, y un año más tarde publicó Cartas a Estanislao, serie de correspondencia con familiares y amigos, especialmente Estanislao Zuleta Ferrer, muerto el 24 de junio de 1935 en el accidente aéreo en el que pereció también el cantante argentino Carlos Gardel en Medellín. Fue honda la amistad del escritor envigadeño y el joven abogado, padre del conocido filósofo y escritor que llevó su mismo nombre. Es un libro que hiere y golpea, en el que González hace gala de la sorna y la irreverencia que le granjearon odios y anatematizaciones. Y muestra a cabalidad una de sus facetas más humanas, además de aportar una rica veta de originalidad y contundencia a su producción literaria, enriquecida con una prosa franca, directa, sin tapujos, adobada al mismo tiempo por la intimidad que propicia la amistad o la ironía de la respuesta a críticos y detractores. Fernando González levanta su voz enardecida y se convierte en profeta denunciador de la bajeza moral y de la mentira social del país.
En palabras de Fernando González: «En Cartas a Estanislao hice poemas a la orgullosa y divina aceptación de uno mismo y lancé diatribas contra la mentira que ha sido la humanidad en América. Entre muchos objetos que tuve al escribirlo, el principal fue amor a la obra cultural que podemos llevar a cabo los hombres libres, los liberales. Quise burlarme del liberalismo nominal; hacer comprender a la juventud que liberalismo es un estado de conciencia, premio de grandes sacrificios y disciplinas. Es deber de todo pensador permanecer alejado de partidos políticos para conservar la libertad de crítica. Los hombres de acción deben realizar lo que sea posible; el que se dedique al pensamiento debe ser acicate. Juntos van acicate y mula y juntos realizan la obra de llegar; pero en algún sentido el acicate es enemigo de la mula. Ya dijo Sócrates que él era tábano sobre el caballo Atenas. ¿Quién amaba tanto como él a Atenas? ¿Quién ama tanto la libertad, el liberalismo, como yo? Pero mi deber es no comprometerme».