GILL, ERIC
Este no es un libro sobre tipografía y diseño. A Eric Gill no le interesa el aspecto estético de la tipografía, sino las letras en sí y su efecto en nuestras vidas. Porque las letras están hechas para ser leídas.
Por tanto, digámoslo alto y claro: si Un ensayo sobre tipografía fuera apenas un mero manual sobre cursivas, serifas e interlineados, hoy, en estos tiempos en que lo digital se impone, su relevancia sería la de un reloj de sol. Pero conserva toda la vigencia del mundo, porque supone una atinada descripción de los peligros del trabajo deshumanizado y una defensa a ultranza del individuo creador, siempre enfrentado a los dos ritmos el de la máquina y el del ser humano que chocan una y otra vez en su día a día.
Tan polémico como imprescindible, este ensayo de Gill sigue actuando como una metáfora inmejorable, porque su autor sabe que la tipografía encierra una historia paralela a aquella que ayuda a fijar sobre un soporte, y nos la brinda con una claridad arrolladora.
Traducción y prólogo de Íñigo García Ureta.
Posfacio de Juan Forn.
«Lo bello es lo que agrada a la vista, y resulta agradable a la vista todo aquello que busca la perfección al adaptarse a la función que le es encomendada».
«Las formas de las letras no implican que su belleza derive de reminiscencias sensuales o sentimentales».
«Nadie puede decir que la redondez de la o nos atraiga solo porque se parezca a una manzana o al pecho de una muchacha o a la luna llena. Las letras son objetos, no dibujos que representen objetos».