HOKUSAI, KATSUSHIKA / KUNIYOSHI, UTAGAWA
Héroes legendarios, fieros guerreros, luchadores indómitos... Una espectacular recopilación de los samuráis más notables de la historia japonesa representados en las obras maestras del grabado japonés.
Un recorrido visual a todo color para vibrar con historias de honor, valor y guerra.
Durante el periodo Edo (1603-1868), grandes maestros de la estampa como Hokusai, Yoshitoshi y Kuniyoshi realizaron multitud de coloridos grabados en los que inmortalizaron a los guerreros más célebres de la historia, la leyenda o el teatro kabuki.
Presentamos las ilustraciones más vibrantes e icónicas de los hombres de armas que construyeron la historia de Japón: los Taira y los Minamoto, enfrentados incluso desde el Más Allá; Yoshitsune, el héroe trágico; Miyamoto Musashi, el samurái por antonomasia; los 47 ronin y su célebre hazaña de venganza
pero también a otros valientes no tan conocidos como el pirata Kezori Kuemon, el ladrón Ishikawa Goemon o el bandido Hakamadare.
Un libro para los amantes del arte japonés, los apasionados de la historia de Japón y los entusiastas de la cultura samurái y el código del bushido.
EI NAKAU (n. 1934), miembro permanente de la Sociedad Internacional del ukiyo-e, ha dedicado su vida al estudio de los grabados japoneses y la colección personal que ha logrado reunir a lo largo de los años es una de las más importantes de Japón. En esta nueva recopilación de grabados japoneses, Nakau reúne obras de temática sobrenatural de artistas tan destacados como:
Katsushika Hokusai (1760-1849). Artista de ukiyo-e de finales del periodo Edo también conocido por el pseudónimo de Gakyojin (el loco de los dibujos). Fue discípulo de Shunsho y cultivó numerosos géneros, en especial los dibujos de parajes famosos (meisho-e). Su obra más conocida es la serie Fugaku sanjurokkei (Treinta y seis vistas del monte Fuji).
Utagawa Kuniyoshi (1797-1892), hijo un tintorero, diseñaba patrones para las telas de su padre. Su talento llamó la atención del famoso maestro Utagawa Toyokuni, que lo tomó como aprendiz en 1811. El éxito le permitió abordar otras temáticas: paisajes, bellezas femeninas, actores de kabuki. Admirador del Impresionismo europeo, Kuniyoshi experimentó con técnicas occidentales, en especial la perspectiva y el sombreado. A finales de su carrera tuvo problemas con la censura, la que respondió con la sátira y la ironía de sus últimas obras.