WALLERSTEIN, IMMANUEL
La aparición en inglés del primer volumen de El moderno sistema mundial supuso en 1974 el comienzo de una verdadera revolución en la historiografía y un fuerte impulso al renacimiento de la sociología histórica. Más allá de las discrepancias y las polémicas a las que ha dado y está dando origen, esta obra es ya un clásico. Su argumento central es que el moderno sistema mundial toma la forma de una economía-mundo capitalista, que tuvo su génesis en Europa en el largo siglo XVI e implicó la transformación de un modo de producción tributario o redistributivo específico, el de la Europa feudal, en un sistema social cualitativamente diferente. Desde entonces la economía mundo-capitalista se ha extendido geográficamente hasta abarcar todo el globo; ha seguido un modelo cíclico de expansión y contracción y una localización geográfica variable de los papeles económicos (el flujo y el reflujo de las hegemonías, los movimientos ascendentes y descendentes de los distintos centros, periferias y semiperiferias), y ha sufrido un proceso de transformación secular, incluyendo el avance tecnológico, la industrialización, la proletarización y el surgimiento de una resistencia política estructurada al propio sistema, transformación que está aún en marcha. En este volumen IV el acontecimiento clave se ubica en las consecuencias culturales de la Revolución francesa para el moderno sistema-mundo como un todo. Ésta había legitimado el concepto de la normalidad del cambio político y de la idea de que la soberanía no yacía en el soberano sino en el pueblo. Las consecuencias de este par de creencias eran múltiples. La primera fue la creación, como reacción a estos conceptos recién difundidos, de las tres ideologías modernas: conservadurismo, liberalismo y radicalismo. El argumento de este volumen en su conjunto es que el liberalismo centrista logró 'domesticar' a las otras dos ideologías y emergió triunfante en el curso del ciclo. Esto adoptó luego la forma de privilegiar la creación de estados liberales, antes que nada en los dos estados más fuertes de la época, Gran Bretaña y Francia. Además tomó también la forma de estimular la creación y de limitar el impacto de los principales tipos de movimientos antisistémicos