VÁSQUEZ TAMAYO, CARLOS
Este libro abre un cauce de luz para el dolor de la ausencia de nuestros amados muertos. En una orilla está el llanto en carne viva. En la otra la poesía para acoger las lágrimas. Las palabras cruzan el río, venciendo el miedo de ahogarse, y rodean el grito que no cesa de latir.
Llega así la bondad del que se acerca al pozo hondo y oscuro del duelo para hilar el abrazo de unas sílabas. Para acompañar, para estar ahí, en el silencio y en la comunión, en la ausencia que sangra, en el palpitar de las horas mansas, en el horror de las horas negras.
Cruzan, de piedra en piedra, las palabras del consuelo. La oscuridad se vuelve penumbra. Le pedimos misericordia al río. Y el río abre los ojos compasivos. Y acoge nuestro dolor como si fuera un cuenco de madera fabricado por las manos pacientes y fuertes del ausente. Brotan pequeños rayos de luz en cada página. Esa luz que clama el doliente en cada respiración. Las vidas perdidas resucitan en este libro. Nos hablan desde el más acá. Desde el magma más profundo hasta la piel que sufre. En estos poemas, Carlos Vásquez alumbra el dolor como si recogiera en medio de un campo gris la única flor viva, para ofrecérnosla envuelta en el rocío de la mañana.