DE RUDDER, ORLANDO
Una mujer necesita dar testimonio de su paso por este mundo, un hombre despechado ansía desahogarse, un estudiante se ve obligado a hacer legible el colofón de sus años universitarios; estos son algunos de los personajes a los que dará voz el negro protagonista de esta obra. Su labor consiste en escribir por encargo aquello que le soliciten: novelas, memorias, tesis, libros de autoayuda, de cocina o de artes marciales. ¿Un escritor se escribe a sí mismo? ¿Escribe para encontrarse, para encontrarse con los demás, para estar en el mundo? ¿Tiene voz propia o siempre habla por medio de otros, sean estos personajes ficticios o reales como es el caso de nuestro negro? ¿Existe alguna diferencia entre el autor, el escritor y el narrador? Esta pregunta esencial sobrevuela a lo largo de este magnífico y lúcido ensayo, escrito en un tono entre cínico y ponzoñoso, rebosante de humor y de la felicidad que proporciona saber utilizar en «estado de gracia» la mayor herramienta de la que hemos sido dotados los hombres: la palabra. Palabra que jamás es inocente y, por tanto, fiable.