"Edgar Allan Poe nos legó su obra, no su vida. Pero la ficción, en su caso, resulta más reveladora que la realidad. Si nos atenemos al sentimiento que subyace en las cómicas o truculentas narraciones aquí reunidas, extraeremos un retrato a pluma, nunca mejor dicho, del propio autor y algunas siluetas a pincel y tinta de almas extraviadas bajo nombres de mujer. No están todas. Pero he querido reservar a la Signora Psyque Zenobia el insólito privilegio de abrir y cerrar este volumen con dos atípicos cuentos.
El primero, «Cómo escribir un artículo a la manera de Blackwood», aparentemente se trata de una sátira a la revista escocesa Blackwood. Lo realmente extraordinario es que Poe, ridiculizándose a sí mismo con un sentido del humor que inexplicablemente Julio Cortázar pone en solfa, juega a desvelarnos desopilantes trucos literarios para dotar de intensidad y trascendencia a la narración. La sombría y fantasmal Edimburgo como emblemático escenario, por donde Psyque Zenobia deambula en busca de inspiración, con su perrita Diana y su criado negro Pompeyo, a través de los delirantes renglones del último cuento, «Una malaventura», escrito con desfachatez posmoderna, que bien podría constituir un adecuado epílogo y una despiadada respuesta a la pregunta de ¿Qué lugar ocupa la mujer en los cuentos de Poe?... Gonzalo Suárez.
Autor: Edgar Poe nació en Boston el 19 de enero de 1809 era hijo de actores ambulantes, y cuando se quedó huérfano fue adoptado por la familia Allan. Este hecho cambió su trayectoria vital y le proporcionó el acceso a la cultura a la vez que una vida de relaciones atormentadas. La obra de Edgar Allan Poe representa la transformación del relato breve, género que a partir de él alcanza una dimensión literaria nueva. Cultivó también el ensayo literario y la poesía, y su figura marca de forma indeleble la literatura posterior. El culto a Poe se inició en Francia a mediados del siglo XIX. Los simbolistas franceses le consideraron su maestro; Baudelaire tradujo su obra al francés, y Mallarmé -que le dedicó uno de sus más bellos sonetos- le consideró "el príncipe espiritual de la época". Vivió siempre acosado por la pobreza y obligado por ella a ejecutar tareas que malgastaban su energía creadora. Murió en Baltimore el 7 de octubre de 1849.