PACHON SOTO, DAMIAN
Resulta difícil escribir algo sobre un hombre que ha sido objeto de disputa discursiva tanto por la derecha capitalista del mundo, como por la izquierda. Los primeros se han encargado de denigrar su figura y sus ideas, mostrándolo como un guerrillero ingenuo, heroico, dispuesto al sacrificio, como si la condición de mártir, por sí misma, fuera garantía de la verdad de sus ideas y de la justicia de sus causas. A esta imagen se suman acusaciones más severas, por ejemplo, cuando se lo ha convertido en un asesino por su participación en los juicios rebeldes tras la revolución o como aquél que deseó el apocalipsis nuclear tras la crisis de los misiles en 1962, cuando la URSS y los Estados Unidos por poco llevan al mundo a una catástrofe mundial. Los segundos, por su parte, han resaltado lo mejor de la personalidad y la humanidad del Che, su compromiso revolucionario, su parresía, su ejemplo y sentido de solidaridad con los que Frantz Fanon llamó Los condenados de la tierra. Y si bien Guevara encarnó muchas de estas cualidades, lo cierto es que su figura, tras el Mayo francés de 1968, un año después de su asesinato en Bolivia, ha sufrido una especie de mitificación global por parte de la izquierda revolucionaria. En el caso de América Latina, heredera de la cultura cristiana católica, tan dada a la beatificación, los estudios sobre el Che han derivado en una curiosa hagiografía que oculta lo mejor de su pensamiento y sus ideas.