ARAUJO VELEZ, FERNANDO
La mentira también es una forma de verdad. O tal vez un consuelo cuando no se quiere ver sino con el ojo del recuerdo. Las mentiras a veces son un bálsamo, una carta de amor que nunca llegó, un sueño, un arma en contra del absoluto. Por eso alguien nos suplica: Y, por favor, miénteme. Nos dice que en los milagros, la mala suerte y las guerras absurdas hay algo humano, demasiado humano, que se encarga de inventarlos.
Esta es la gran mentira de la familia Vila en los albores del siglo XX. O de cualquier familia que haya coqueteado con el poder, que haya sido dueña de una región entera, que haya traicionado al país por sus hijos sin aceptar que también engañaba a los hijos de sus hijos. Los Vila habrían existido, ¿por qué no? Ellos representan lo corruptibles que somos. Demuestran que la historia puede adivinarse: Una historia está escrita, la que ustedes escribieron; la otra, la nuestra, la real, está por escribirse. Y la escribirá una polifonía de voces, como la de Helena Vila, quien se encerró después de su boda, que fue llamada loca, perturbada, y que así ganó su libertad. Está la voz de Dionisio Vila cuando regresó de Estados Unidos a encargarse del Ingenio azucarero de su familia y empezó a desvelar, poco a poco, las mentiras con las que creció. En especial una de las más bellas mentiras, que era la del amor.
Al final de este libro, quizá, queramos estar del lado de los perturbados, que son los mismos que no creyeron ninguna verdad, sino que se quedaron con el ahora, con los besos y caricias, y soñaban con ser distintos a sus antepasados. Quizá, aunque hayamos nacido en el reino de lo inmodificable, aún queramos cambiarlo todo.
Juliana Muñoz Toro