El segundo volumen del monumental fresco literario de Anthony Powell en el que prosigue su inmersión en el mundo de los aristócratas, burgueses y artistas, y se sirve del afianzamiento del fascismo en la Europa de los años treinta como telón de fondo.
Continúa la danza de la música del tiempo y a la primavera le sucede el verano. Las tres novelas que componen el segundo volumen de este gran fresco histórico sobre la Inglaterra del siglo XX se sitúan entre 1934 y 1939, con largos flashbacks hacia las décadas anteriores. Powell prosigue su inmersión en el mundo de los aristócratas, burgueses y artistas bohemios, aquí con el telón de fondo de la ascensión del fascismo en Europa, la eclosión de las vanguardias artísticas, el estallido de la Guerra Civil española y la amenaza de la Segunda Guerra Mundial cada vez más presente. El amplio plantel de personajes incluye, además del protagonista e hilo conductor de la historia, Nicholas Jenkins, al obeso arribista Widmerpool; Erridge Tolland, el aristócrata rojo que acudirá en ayuda de la República española; el compositor Hugh Moreland; la bohemia lady Molly; el artista suicida Maclintick; el viejo escritor St. John Clarke; y la joven lsobel Tolland, con la que Jenkins se casa.
En las páginas de este segundo volumen conviven y colisionan el amor y la muerte, las mansiones campestres y los pubs del Soho londinense, los ritos sociales y las intimidades atormentadas, mientras la catástrofe de la guerra se cierne sobre Europa.
Powell, a quien la crítica ha considerado el Proust inglés, entremezcla con inigualable talento humor y drama, densidad e ingenio para lanzar una mirada escrutadora y nada complaciente sobre la Inglaterra moderna en este vasto ciclo narrativo que el tiempo ha ido confirmando como una de las cumbres de la literatura inglesa contemporánea.
«Una danza para la música del tiempo es quizá el mayor logro de la literatura inglesa desde la guerra... Puede parecer extraño comparar a Anthony Powell con James Joyce, pero creo que en última instancia ambos estaban comprometidos con la misma tarea: celebrar la luz de la cotidianeidad» (Ferdinand Mount, The New York Times Book Review).
«La presteza del diálogo, la ironía, el gusto por el detalle por definición imprevisible, el arte para crear una atmósfera y la amplitud, discretamente disimulada, de la arquitectura evocan a Evelyn Waugh» (Lire).
«No hay otro novelista cuya obra proporcione tanto y tan consistente placer» (Times Literary Supplement).