El 20 de agosto de 1894, el poeta José Asunción Silva viajó en el recién inaugurado ferrocarril Cartagena-Calamar. Al día siguiente, desde Cartagena, escribió una carta a su madre y a su hermana en la que lo describió como una cosa de otro mundo puesta por encanto en ese lugar. Un diablo al que le llaman tren cuenta, apoyado en un amplio acervo de fuentes documentales y gráficas, la historia de ese animal jadeante que con su silbato festivo pretendía despertar a la ciudad de Cartagena de Indias de una modorra de siglos. A través de fuentes testimoniales, el libro reconstruye vívidamente la forma en que los habitantes de los pueblos de la línea se embarcaron a su manera en la locomotora del progreso. Unos años antes que Silva, su colega Rafael Pombo había dicho que el tren era un pueblo entero vestido de caballero en caravana rodante que se tragaba el horizonte como un rinoceronte de hierro. Eran tiempos en que la modernidad hacía ruido. En estas páginas, el lector también encontrará la historia de las políticas ferroviarias en el país, sus aciertos y fracasos, la imagen icónica de una bestia acezante que atravesaba la geografía nacional como símbolo de desarrollo, la nostalgia que dejó el desmonte de los principales trenes de la nación y la realidad postrera de estaciones abandonadas, locomotoras cubiertas por el óxido y tramos de rieles perdidos entre la manigua.