SARASHINA, DAMA
«(...)La beauté est toujours bizarre, escribe Baudelaire, y es esa belleza extraña, no el exotismo, lo que buscamos en las letras japonesas. El exotismo se encuentra deprisa y sacia pronto. La belleza extraña es difícil de comprender y nunca sacia. ¿Dónde encontrarla? En textos como este libro evanescente que despliega su belleza entre una fe dubitativa en la literatura y una gran desconfianza hacia ella. Mucha literatura occidental se eleva sobre una fe ciega en la literatura. En el Japón clásico encontramos todo lo contrario.»
Julio Baquero Cruz. Archipiélago
«Son admirables las descripciones del mundo natural, productos de un espíritu contemplativo y agudo asistido por un sentimiento compasivo (aware). Son curiosas las críticas a sus padres por sus ideas antiguas; y más aún su costumbre de anotar sueños, y no solo las ensoñaciones. La pasión por los libros en su juventud contrasta con con el arrepentimiento de su vejez, entregada, tras tantos años de dudosa credulidad, al budismo`. (...) y luego puedes poner tu frase: "Entre un extremo y otro pasa el río de sus elaborados sentimientos, y con ellos alguien a quien le habría gustado elegir otra vida. Pero constata...".»
Juan Malpartida. ABC de las Letras
«Estos Sueños y ensoñaciones de una Dama de Heian forman parte de una tradición muy arraigada en la literatura japonesa: la de la escritura femenina, refinada e intimista, introspectiva y sincera (...).
(...) La edición, cuidada hasta el mínimo detalle, incorpora a la calidad del texto el valor añadido de las xilografías de una edición ilustrada de 1704.»
Santos Domínguez. Encuentro de lecturas
«Un libro que está escrito como un diario. Es decir, asistimos a una serie de confidencias. Y poco a poco el lector nota que no se da cuenta de la literatura (tan exquisita), y que sueña los mismos sueños que Sarashina. Ese gusto por leer historias -no se pierdan La historia de Genji (Atalanta) -, por celebrar los paisajes o las pequeñas cosas o detalles, por escribir poemas donde se resuma un instante de belleza (o el rescoldo que va dejando la vida). ¡Qué dicha haber contemplado / justo antes de que cayeran desvanecidas con la primavera / esas flores de vuestros cerezos que nunca me cansaba de mirar! Y es que en la humildad de su mirada está el genio de este libro. Y uno imagina sus manos o el color alma de los kimonos de la dama. De verdad, es subyugante asistir a una narración tan femenina, tan perspicaz ante los diversos acontecimientos.»
Del escritorio de Guillermo Urbizu
Hace más de mil años, una dama japonesa, cuyo auténtico nombre desconocemos, dejó escrito un libro autobiográfico que no llegó a titular. Todo cuanto sabemos de ella está contenido en este breve volumen, pues el resto de su obra no se ha conservado. Su autora pertenece a ese extraordinario grupo de escritoras que floreció en Japón durante el periodo Heian, entre las cuales se encuentra Murasaki Shikibu, la incomparable autora del Genji Monogatari.
Escrito durante el último periodo de su vida, este sincero y original relato autobiográfico con ochenta y nueve poemas intercalados nos cuenta los primeros viajes que realiza esta dama con su padre hasta llegar a Kioto; su profundo amor a la literatura y la emoción conmovedora que sintió cuando recibió por primera vez el regalo de los cincuenta libros de la historia de Genji; sus decepciones como dama de compañía de la princesa imperial; sus peregrinaciones a los santuarios budistas; sus sueños, sus cuitas... Con una prosa limpia, natural y moderna, Sarashina nos sumerge en el corazón de un mundo lejano, dominado por el culto a la belleza, una suave melancolía y un profundo sentimiento budista acerca de lo ilusorias que resultan todas las acciones humanas. Sin embargo, su delicada y poética introspección no se aísla de todo lo mundano, sino que, al mismo tiempo, nos informa de la vida cotidiana de la época a través de precisas descripciones.
«Con la notable excepción de La historia de Genji, la escritura de estas mujeres es intensamente personal. En sus notas, cartas y diarios se revelan a sí mismas en toda su desnudez, describiendo cada matiz del sentimiento, cada íntima esperanza, cada secreto desengaño.»
Ivan Morris