ROMERO SÁNCHEZ, DIEGO
a ciudad se despliega históricamente ante nuestros ojos a través de persistencias y desapariciones. La persistencia de la materia, mediante edificaciones, monumentos y objetos de otros tiempos, es la que quizás, desde el ámbito de la conservación del patrimonio cultural y a manera de documento, nos permite más fácilmente interpretar el pasado. Existe otro tipo de persistencias, como la de las prácticas culturales que se sostienen, se legan y se heredan de unas generaciones y colectivos a otros. Sin embargo, cuando en la ciudad la materialidad se transforma al punto de la desaparición física y a pesar de esto percibimos algo que se mantiene de forma constante en un lugar, surge la pregunta acerca de qué es lo que persiste finalmente allí. Sin materia, sin ancla aparente. En el caso de Santa Inés, ubicado en la periferia del centro histórico de Bogotá, que hasta la década de 1960 fue llamado barrio y que es heredero de un nombre alusivo a una iglesia colonial derrumbada a mediados de siglo XX con el fin de darle paso a la apertura de la carrera 10.ª, lo que persiste es la memoria de lo marginal.