Hablar de Armando Carrillo (Cúcuta 1948 - Bogotá 2015), es hablar al mismo tiempo de su poesía, tan indiviso como estaban él y su palabra, su casi privativa manera de mirar el mundo. Lo primero que me asalta es, en ese orden de ideas, el hombre. Pocas personas como Armando -y no hablemos únicamente de un escritor o un poeta- han sido en nuestro país tan buceadores de su adentro, tan militantes de sí mismos, tan fieles a una actitud de soledad sin alardes, asordinada. Así mismo son su poesía y sus aparatos verbales que no se parecen a los de ningún otro, que no están escritos con plantilla o recetario.