GODOY BARBOSA, OSCAR
Pertenezco a una generación que estaba apenas asomándose a los rigores de la vida cuando aquel noviembre de 1985 entró en escena. Lo primero que sucedió es que un grupo de guerrilleros tomó por asalto el mismísimo corazón de la justicia colombiana, su emblema y su palacio. Pero incluso aquel horror que nos cayó de súbito no nos permitió intuir que obscenidades de todas las índoles se nos vendrían encima con los años, porque a nuestra historia todavía le cabrían más de aquellas infamias que hacen su nido en la tozuda necedad del hombre. Una semana después, un bramido de la tierra llegó para anunciarnos las furias que reverberaban dentro; entonces nos descubrimos todos, no solo aquellos que vivieron en Armero, sepultados por un alud de lava, lodo y nieve que por cientos de años se había encumbrado en el Nevado del Ruiz. La naturaleza, soberbia, parecía reservarse la versión más cruenta del horror, por encima de nuestras vilezas.
Aún nos falta mucho para comprender la dimensión y el absurdo de aquellos días fatídicos. Porque la historia nos ha demostrado que no bastan los informes, las crónicas, folios investigativos y el trabajo periodístico esmerado para reconstruir los hechos desde su lado más humano, y llegar por fin a esa verdad que nos ha eludido con destreza. Para ese proceso de reconfiguración resulta imperativa otra mirada, quizá más acuciosa y decantada, ennoblecida por la literatura, sometida a los entresijos del oficio de escribir, como la que nos lega a través de esta novela Óscar Godoy Barbosa con una prosa sólida, entrometida hasta la minucia, consciente de que este colosal emprendimiento literario es nuestra única opción para conjurar el olvido.