WALTHER, PETER
En 1935, en plena Gran Depresión, en Estados Unidos se fundó la Farm Security Administration (FSA) con el objetivo de combatir la pobreza en las zonas rurales del país. Esta institución centró sus esfuerzos en mejorar las condiciones de vida de los aparceros, los arrendatarios y los granjeros más pobres con programas de reasentamiento y colectivización, así como con la introducción de métodos agrícolas modernizados. Simultáneamente, la FSA inició un programa de documentación y contrató a una serie de fotógrafos y escritores para que plasmaran la vida de la población rural paupérrima y "dieran a conocer Estados Unidos a los estadounidenses".Este volumen revela la enorme importancia del programa de la FSA desde 1935 hasta 1943, reflejando su vigor y compromiso en una diversidad de temas, situaciones y preferencias estilísticas. Los testimonios y las impresiones personales de los fotógrafos, divididos en cuatro apartados regionales, van conformando poco a poco un retrato preciso e indeleble de una nación. Las fotografías en color y en blanco y negro muestran a convictos, trabajadores de los campos de algodón, niños jugando en la calle y desplazados por la carretera. Entre ellos, encontramos a víctimas de los elementos de la naturaleza y de las diferentes etapas de la vida, junto a otros que sufren los vaivenes del mercado económico mundial. Como la emblemática Madre migrante, curtida y agotada con sus dos hijos recostados sobre los hombros, de Dorothea Lange.El elemento común de todas las imágenes es el compromiso con la individualidad y la dignidad de cada una de las personas, todas ellas testigos de este período concreto del pasado de Estados Unidos y de los ciclos naturales de la vida en los que el ser humano crece, juega, se alimenta, envejece, enferma y muere. Las lentes de artistas tan perceptivos y sensibles como Dorothea Lange, Jack Delano, Russell Lee, Marion Post Wolcott, Walker Evans y Ben Shahn captan a sujetos profundamente arraigados en la miseria del momento histórico y atrapados en la dureza de su destino, que se encaran ante el espectador con algo que sólo a ellos les pertenece: una presencia única e irremplazable. Y, con frecuencia, inolvidable.