Como en muchas de las historias de Zweig, conocemos a Jakob Mendel a través de un misterioso personaje que vuelve, después de más de veinte años, al Café Gluck, en Viena. En sus recuerdos caóticos aparece la figura de Mendel, el mago y agente de los libros, esa obsesiva figura capaz de estar sentado inmutable, hipnotizado por la lectura. Leía como otros rezan, como juegan los jugadores y como los borrachos se pierden con la mirada en el vacío; leía con un ensimismamiento tan conmovedor que desde entonces observar la lectura de otras personas siempre me pareció profano.