Ya en tiempos de Newton los científicos imaginaron «estrellas oscuras» que ejercían una atracción tan
fuerte que ni siquiera la luz podía escapar de ellas. Los nuevos radiotelescopios y los adelantos teóricos de genios
tales como Wheeler o Hawking han hecho que en las últimas décadas los agujeros negros hayan pasado de divertimento
teórico a fascinante, para algunos incluso inquietante, realidad. Todo en ellos es extremo: desde el modo en que
distorsionan el espacio y el tiempo hasta las paradojas científicas que nos plantean, cuya solución podría incluso
abrirnos la puerta a otros universos.