TRAPIELLO, ANDRÉS
Pueden estar tranquilos los lectores de estos libros, y desde luego mucho más aún los que no los han leído nunca, pero gustan hablar de ellos como si lo hubieran hecho: ni acabarán devorando a su autor ni este se ha vuelto loco. A todo lo más que ha llegado él es a lo que el griego llamó, con suma delicadeza, la manía, una forma de "entusiasmo". Algunas almas caritativas, reclutadas principalmente entre aquellos que no los han leído, le han mostrado alguna vez su sincera preocupación: han temido acaso que, como les ha sucedido tantas veces a otros, sólo viviera en función de su diario, dejando de vivir para escribirlo o viviendo únicamente aquello que pudiera ser escrito. Sosiego, señores consejeros, no hay peligro. Ni esto es un diario ni su autor tan desenvuelto como para pensar que su vida tenga el menor interés para la crónica, sin contar con que la vida se aviene malamente con la literatura, de no ser esta también única, original y renovada a cada instante.
Así viene ocurriendo desde hace quince entregas, casi veinte años y miles de páginas por las que han discurrido centenares de personajes, reales o ?cticios, pero siempre verdaderos. Ellos, entre los que no sabe el propio autor cómo ha caído él, son los encargados de convertir todo esto en algo más que un libro. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia, podrían decir, si no fuese porque tarde o temprano todo lo verdadero acaba siendo real. Pese a su escepticismo sobre el género humano y las humanas empresas, parece su autor aceptar con alegría, y desde luego con humor, una brega diaria que raramente puede defraudarle a nadie: cualquiera precisaría, como poco, dos vidas, una para vivir y otra para contarla.
La pretensión de vivir y de contarlo sin desviarse ni de la vida ni de la literatura es una manía, y otra buscar incansablemente la verdad de las cosas, remisa o escondida, en las pobres palabras. Si acaso alguien la encuentra en ellas, es natural que recordando la verdadera vida de donde proceden, "le salgan alas y, así, alado, le entren deseos de alzar el vuelo, y no lográndolo, mire hacia arriba como si fuese un pájaro, olvidado de la de aquí abajo, y dando ocasión a que se le tenga por loco", de modo que la manía de escribir estos libros no se entiende tampoco sin la manía que algunos tienen de leerlos e incluso de no hacerlo.