HINCAPIÉ, JUAN FERNANDO
En las setenta y cuatro mil palabras que componen este libro está Fernández: su más que decorosa carrera de futbolista amateur, con clímax frecuentes en canchas de barrio, no se sabe si debido a su talento o a la ineptitud de sus rivales, y desgracias épicas e inanes; las mujeres, y ahí la timidez, la devoción, la lujuria, la incomprensión, el descaro, la traición; su familia, un respaldo y un refugio pero también un peso; sus amigos, los esfuerzos por afianzar a unos y desmarcarse de otros; su lucha por no morir de hambre, inmerso en ella a desgano, siempre con más decepciones que alegrías... Fotos de una vida que, al comienzo dispersas, conforman al final un universo tragicómico en el que solo hay una certeza: Fernández acaba cumpliendo con la inexorable ley del ex.
La crítica ha dicho...
«Estos relatos de Hincapié son como Los Magníficos: hay inteligencia, fuerza, una propuesta estética definida y un sentido del humor que brota de forma natural. La humanidad de
sus personajes delata la madurez del autor. Como lector es imposible no sentirse identificado con ellos, sobre todo en sus debilidades.»
Sergio Galarza
«Si estás en silencio leyendo un libro y de repente rompes en una carcajada, de inmediato comprendes que ha valido la pena. Sobre todo si aprecias el afilado, agudo y fino sentido del humor. Con estos textos, Hincapié se presenta con una voz potente, madura, que no es otra cosa que el encuentro de un estilo propio y una maestría en el manejo del lenguaje y la gramática, una de sus tantas obsesiones(también la mía). Hincapié juega con la forma, los tiempos y las voces para llevarnos por el arriesgado camino de quien escribe sin prejuicios. Hay que leerlo, sin duda alguna.»
Carolina Cuervo
«La violencia futbolera de una generación, obligada a migrar sin que sus recuerdos salieran del barrio, calza con el prontuario de Hincapié y redobla así la ficción en vez de limitarla. La ley del ex ofrece a los antropólogos del futuro un álbum de las mezquindades y afectos de una sociedad, pródigo en obsesiones lingüísticas, recados vergonzosos y costumbres tan curiosas como entrañables.»
Enrique Winter