PIRENNE, HENRI
El nacimiento de las democracias medievales en los Países Bajos se asentó sobre sólidas bases. Convertidas en auténticos emporios del comercio internacional, las ciudades belgas acogieron un gran número de mercaderes. La nueva población burguesa que habitó estas ciudades no redujo sus aspiraciones a reclamar privilegios económicos (mercados, ferias) o exenciones tributarias, sino que se preocupó por conseguir, y obtuvo en el s. XIII, el derecho de administración, legislación y jurisdicción autónomas, así como el poder erigir murallas, reclutar soldados y firmar alianzas.
Por este motivo, algunas ciudades de la futura Bélgica, como Brujas, centro neurálgico del comercio europeo, Gante e Yprés, con importantes industrias textiles, Lieja, Bruselas y Lovaina, con industrias de diverso tipo, se convirtieron en auténticos Estados dentro del Estado. De este modo, paralelamente al desarrollo de las cortes principescas, donde tenía cabida la poesía del trovador, se cimentaba con firmeza una brillante civilización urbana, burguesa, que se complacía en la fundación de escuelas, creación de obras didácticas y construcción de edificios religiosos y civiles.