Inclinándome, sí,
al clima de los años, al peso de las ruinas
de la carne, encorvado en mis carencias,
como el sauce que roza en la corriente
el reflejo fugaz de lo vivido.
Inclinándome, sí,
con reverencia, agradeciendo
la presencia del escaso auditorio,
el temple y alegrías que me han dado
en esta feria bufa, ignominiosa.
Inclinándome, sí,
ante el misterio y su verdad ambigua
y su belleza fugitiva y ciega,
no con rendida servidumbre
sino con refinada cortesía.
Y cuando la certeza al fin se imponga
de que no habrá más horas ni más días,
salir como una sombra
salir, pero inclinándome,
salir sin titubeos de la escena.
"Inclinándome" de José Luis Parra.