Evguénie Sokolov, protagonista de esta obra traducida por Lucrecia Orensanz, es un pintor exitoso con una técnica particular cuya serendipia no revela; al contrario, la esconde bajo un sarcasmo barroco que lleva al límite los absurdos del arte. Se sabe de sobra que las razones por las cuales un tipo de artista adquiere más valor que otro responden a factores insospechados, y a veces ridículos: esto es lo entrevera en esta novela, que no deja cuartel al mundo del arte. Y no es para menos, si se considera que la vocación inicial de Gainsbourg fue la pintura, misma que abandonaría para dedicarse a la música; un giro en su vida que se desataría luego de que unos amigos fueran a conocer su obra gráfica, terminaran descubriendo sus composiciones musicales y decidieran apoyarlo musicalmente. La alegoría de este libro es casi un revancha a ese otro Gainsbourg, el pintor que no fue, quien dice que Evguénie Sokolov «a priori soyyo, con una distorsión Francis Bacon
un tramposo, como yo, que soy un tramposo».