VELEZ, RUBEN
Ibas a escribir la biografía de un ganador que conociste más o menos bien (para conocer bien a cualquier persona, incluso a un niño, tendríamos que sonsacarle a su almohada una tonelada de información). Por fin nos ibas a contar una historia con pies y cabeza, como manda un manual de urbanidad pasado de moda; una historia redonda. Pero se te atravesó lo que a la postre gana la partida, el punto final de todas las historias, y se estremeció tu escritorio, y tu cuaderno fue un nuevo desorden. Un no-relato. Una no-novela. Un no-no-sé-qué. En todo caso, algo que no celebra el mercado. Se quedó para un día de estos el retrato completo de un antioqueño que iba para perdedor (mírenlo, dibujando o leyendo uno de esos libros de lectura trabajosa que llamamos clásicos). El retrato de alguien con mañas de nefelibata que a los veinte años resolvió recrearse, por dentro y por fuera, y aterrizó, y montó una tienda, y dos, y tres, y luego, una empresa, y a los treinta ya era un antioqueño ejemplar. Cinco hermanos suyos siguieron sus pasos, y también, en breve, fueron así de ejemplares. De una nube con musarañas bajó la locomotora de la familia. Si hubiese bajado un poeta, hasta el gato habría perdido el Norte. Tan edificante libro tendrá que escribirlo un hombre aterrizado; uno que, de paso, diserte sobre las cuestiones de ser y tener (u00bfpodría un aterrizado meterse a metafísico?). Dos cuestiones nada afines, según los espíritus finos. Pero la realidad contradice al desprendido de Asís. Algo hay que tener para que el ser no se vuelva un zombi o una mera sombra. Tener o no tener, esa no es la cuestión. u00bfO sí, gente marxiana? u00bfO no, gente de Marte?