Un breve texto, original y sensible, de una de las grandes figuras de la historia del arte del siglo xx. Una reflexión íntima que nos acerca a la faceta poética del erudito francés.
Henri Focillon (1881-1943) fue uno de los grandes historiadores del arte del siglo xx. En particular, fue un brillante portavoz de la corriente formalista, como queda manifiesto en su obra, La vida de las formas (1934). Además de la profundidad de sus escritos como teórico del arte, su labor de director del Museo de Lyon y su importancia como docente en las más prestigiosas universidades de Francia y más tarde de Estados Unidos, Focillon es admirable por su polifacética personalidad y sus vastos intereses artísticos. En relación a lo primero, el autor fue poeta y crítico de arte, y en cuanto a lo segundo, aunque se le conoce principalmente como medievalista, pues legó textos de la envergadura de Arte de Occidente. La Edad Media románica y gótica (1938) y El año mil (1942), también se ocupó del arte oriental, el grabado en muchas de sus múltiples manifestaciones y estilos, así como de artistas del Quattrocento y el Renacimiento con monográficos sobre Piero della Francesca, Cellini o Rafael.
En el Elogio de la mano nos encontramos con el Focillon más poético e intimista. Esta bella obra reflexiona sobre este instrumento de perfección inigualable, la mano humana que, según el autor, no es sólo sierva del espíritu, sino que en ocasiones ésta parece guiar a aquél, pues la mano tiene sus inquietudes e iniciativas. El escrito aborda muchos de los objetos de estudio que ocuparon la atención del historiador durante su vida: Hokusai, Jacques Callot, obras medievales
todo ello con una fluidez y encanto que hacen del Elogio de la mano una obra personal y muy sentida.