¿Por qué consolar se ha convertido en una tarea tan complicada? considerada durante largo tiempo como una prerrogativa de la filosofía, la consolación parece en la actualidad una práctica reservada a la psicología o a la religión. este hecho es producto de una historia: al contrario de los pensadores de la antigüedad, los filósofos de la modernidad ya no confieren a la razón el poder de reconfortar. la abstracción y la profusión de los conocimientos modernos resultan más bien desconsoladoras, como si la verdad misma se hubiese convertido en fuente de aflicción. sin embargo, la necesidad de consuelo está en el origen de numerosas prácticas: cantos, rituales, conmemoraciones acto social, la consolación es una manera de estar juntos a pesar de la separación. se consuela un dolor que es imposible compartir del todo, pero sobre el cual se pretende tener un efecto lenitivo: se trata de convencer a la persona que sufre de que es posible seguir viviendo más allá del punto en que parece imposible hacerlo. en esa medida, la consolación es una noción que compete aún de pleno derecho a la filosofía, tanto más cuanto que remite a las pérdidas que constituyen nuestro presente: la desaparición de los antiguos modelos comunitarios genera anhelos reaccionarios de restauración o bien la tentación de abandonarse al resentimiento sectario. el presente libro rechaza esa alternativa, ya que defiende una política de la consolación que permita afrontar de manera colectiva aquello que nuestras sociedades echan en falta y que tanto trabajo les cuesta nombrar. de este modo, la filosofía reivindica el poder subversivo del consuelo frente los imperativos de duelo y de resiliencia que proliferan en los discursos políticos, económicos y culturales.