KLEIST, HEINRICH VON
«Atalanta incluye una excelente pieza de Michel Tournier que trata de reconstruir el final del poeta. Y como reclamo añadido añade Anécdotas, una serie de textos inéditos...»
H. X. Porto. La Voz de Galicia
Nadie ha escrito ni ha muerto por decisión propia, con más voluptuosidad y mayor rebeldía que Heinrich von Kleist. Toda la escenificación de su muerte es su última obra de arte: la consumación de todos los dramas literarios y teatrales que había escrito hasta entonces. Por eso, este libro comienza con un sugerente texto de Michel Tournier sobre su suicidio. Después, siguen tres de sus mejores relatos: «El terremoto de Chile», «La marquesa de O» y «La mendiga de Locarno». El primero versa sobre la fuerza destructora del Destino y su absurdo gobierno del mundo. El segundo narra las peripecias de una mujer que ha quedado encinta y no sabe cómo. El tercero es un cuento de fantasmas. En cada una de estas tres piezas brilla esa prosa que tanto gustaba a Kafka, caracterizada por un brillante dominio de los recursos dramáticos.
El narrador de Sobre el teatro de marionetas describe cómo un joven pone el pie sobre un taburete en la misma posición que la escultura romana de El niño de la espina. Al decírselo, el joven mira al espejo para observar el parecido e intenta repetir la pose, pero ya no lo consigue. La gracia, la inocencia, han desaparecido: una vez perdida la naturalidad ya no se vuelve a encontrar. Por eso, si se saben manejar las marionetas con verdadero arte se puede producir un espectáculo mejor que el de cualquier bailarín, porque la naturaleza inconsciente llega a manifestarse en cada uno de sus movimientos. La conciencia destruye la belleza
Cierra el volumen un excelente conjunto de textos breves desconocidos en nuestra lengua que Kleist titula «Anécdotas».
«Mi imaginación se encuentra tan activa frente al papel en blanco, las formas que produce son tan acabadas (...) que me resulta arduo y doloroso pensar de nuevo en la realidad.»
Heinrich von Kleist
Heinrich von Kleist (1777-1811) abandonó la carrera militar para dedicarse al estudio de la Filosofía y las Matemáticas. Su lectura de la Crítica de la razón pura de Kant fue una revelación para él. Al saber que nunca accedería a la verdad absoluta por medio de la razón teórica, abjuró de cualquier idealismo trascendente para centrarse en el sentimiento y las fuerzas libres del inconsciente como núcleo esencial de la vida humana. De su teatro, destacaremos El cántaro roto (1806), Pentesilea (1807), Catalina de Heilbronn (1808), La batalla de Hermann (1809) y El príncipe de Homburg (1810). A ese mismo periodo pertenecen sus obras en prosa, Michael Kohlhaas (1811) y sus vigorosos relatos, escritos en un estilo dramático y depurado que le ha valido la inmortalidad.