MANGUEL, ALBERTO
«Ulises volvió su espalda al puerto y siguió el pedregoso sendero que conducía
a través del bosque en lo alto del monte hacia el lugar que Atena le había indicado. Un grupo de hombres se había reunido ociosamente en torno a un barril de petróleo
dentro del cual ardía una fogata. Masculló un saludo y se detuvo unos instantes junto a ellos, tratando de calentarse las manos. Después entró en la ciudad por un portal
de piedra en parte desmoronado.»