CARRIGAN, ANA / ZEA, CLORINDA
El M-19 invade el Palacio de Justicia en noviembre de 1985 y toma como rehenes a cientos de civiles, entre quienes se encuentra la mayor parte de los miembros de la Corte Suprema de Justicia y del Consejo de Estado, en un «golpe revolucionario publicitario»-un terrible espectáculo que se robaría los titulares internacionales.
Su plan con los magistrados es persuadirlos para juzgar al Gobierno de Belisario Betancur, demostrar el incumplimiento de sus promesas de paz, desacreditarlo y así fortalecer la posición del movimiento guerrillero ante el país. En su lugar, se presenta un contraataque a gran escala del Ejército colombiano, que destapa la guerra sucia que se venía librando en el campo y la trae al corazón de Bogotá, la capital del país.
«En ese violento intercambio de disparos, un proyectil proveniente de las armas empuñadas por los agentes del orden atravesó el pechó del presidente de la Corte; mientras cruzaba las manos sobre la herida que laceraba su cuerpo, seguramente intentaba comprender por qué no hacían nada por detener la irreflexiva acometida violenta de la fuerza pública, en un incomprensible afán por rescatar un edificio que, en medio del atronador estruendo de las armas, llegó, a ser considerado por algún despistado como la encarnación, de la democracia. Estos últimos acontecimientos debieron llevar a Alfonso Reyes a enfrentar la muerte con la perplejidad propia de todas las víctimas de la injusticia».