Una obra cuasi inédita de Vargas Vila, que fue presentada en el semanario La novela corta, en 1917, que va a catalogar a los mejores escritores de la época, con una visión claramente popular. Vargas Vila narra la historia de un maestro de escuela, que por los avatares de la vida se ve abocado a una amor imposible con un final trágico. En esta novela se ve claramente cómo el arte y el amor son transfiguraciones redentoras y, a la vez, se convierten en condenas sociales que llevan al ostracismo o a la muerte.
Si bien Vargas Vila es un erudito que en algunos apartes le da rienda suelta a su inteligencia, alli´ no se encuentra la riqueza de su estilo. Son el arte y el amor los que permiten que la belleza le hable al lector, le muestre su profundidad que en muchos momentos puede ser terrible. Asi´ en El maestro la belleza habla por medio de objetos, emplazamientos, estados de a´nimo y cuerpos humanos. Si de pronto, Vargas Vila acude a su inteligencia es para dejar que la belleza hable, no para que hable la inteligencia: esa arcaica vestidura, le daba el aspecto de un abogado de los tiempos de Luis Felipe; una vaga semejanza, con el per l austero y puritano de Guizot. Pareciera que la belleza insu a movimiento a los seres y les permite que se comuniquen. Como al principio de la novela, cuando el maestro esta´ entrando al pueblo, y la posada dormitaba, blanca y muda, en la albura de sus muros y, la paz de sus jardines. Aqui´ el silencio de una construccio´n amurallada termina comu- nica´ndonos la sensacio´n de tranquilidad, de paz, de sosegamiento. Pero so´lo el ser humano del arte y el amor pueden ver estas sen~ales, los otros no, como son los casos del alcalde y el cura en esta novela.
Pareciera que para Vargas Vila la familia es un obsta´culo para la expansio´n del espi´ritu de un ser humano. El maestro es un hombre solitario y silencioso, que vaga por la vida cargando un dolor terrible: el dios Eros le ha propinado un mazazo. Y este desamor que lo acompan~a di´a y noche, lo malogra como humano. La rai´z de este desamor es doble: hay una tendencia del cara´cter del maestro que lo inclina al enamoramiento, tendencia que Vargas Vila supone es una debilidad: e´l, no era un hombre superior, era un hombre de Amor, un pobre ser de adoracio´n, cuya alma habi´a nacido de rodillas ante la Mujer, y buscaba siempre, en todas las latitudes, y, bajo todos los cielos, el i´dolo fatal, para adorarlo, para sufrir las torturas de su culto, y, perecer bajo sus divinas plantas vencedoras.
Aqui´ la mujer no es percibida como el sexo de´bil, al contrario, se asemeja a la fuerza de Eros, quiza´ equivalente a la figura de Afrodita, que no so´lo encarna la belleza, sino es el si´mbolo del amor. Una cosa es el amor como fuerza creadora, que en Vargas Vila es el arte mismo, y otra el amor como i´dolo. Asi´ tambie´n la mujer tiene esta doble concepcio´n: es madre, creadora de vida, y es amante, i´dolo fatal que esclaviza, arrodilla y malogra. Lo que recuerda a esa doble concepcio´n que hay en el discurso de Pausanias y de Erixi´maco en El banquete de Plato´n. Posteriormente Fausto (como se llama el protagonista) sucumbe a la parte negativa del amor y por eso sufre. Esta parte negativa va acompan~ada de una caracteri´stica de la sociedad, que se ha configurado bajo la e´gida de la moral cristiana y que se sustenta en la institucio´n de la familia. Por eso no podemos entender la concepcio´n de la familia, sin entrar a comprender la moral cristiana, que en este especi´fico caso, es exacerbada por el cara´cter rural de la comunidad.