La escritura como una suerte de apócrifos en torno a un original que no existe, que se diluye o dilata en el tiempo. Vidas y «acontecimientos» como una suma de sueños y su fracaso permanente. En todo caso, escribir es la exaltación misma de lo que, como potencia, nunca alcanza su concreción definitiva y se posterga en la espera inagotable.