MARTINEZ CAMACHO, CONSTANZA
El poemario emerge entonces como aquel cadáver hecho con retazos de recuerdos y vivencias que aparecieron en medio de pesadillas y desdichas recurrentes y una que otra mascota, amigo o familiar benevolente, a modo de acto de redención.
Hoy, gracias a la suerte y la fortuna de estar viviendo en un curioso lugar, en una población que cuenta con una cantina, un convento y una funeraria por cada tres cuadras, se anexa el brazo que le faltaba al monstruo, fruto de la pandemia, de aquella peste destestable y bendita que nos quitó a los seres amados, pero nos devolvió, como en el pacto del "Diablo de la botella", un tipo de riqueza que no se cuenta en monedas sino en instantes.