ESCOBAR DE NOGALES, MELBA
Depositar cosas duras, incluso grotescas, en una bandeja limpia: vísceras, cicatrices, el llanto roto de una bestia herida. Después, cubrirlas con un velo de seda china, con el dibujo delicado de una mujer desnuda envuelta en los tentáculos de un pulpo lascivo. Algo de eso hace Duermevela: una fábula adolorida, dulce y sanadora sobre la pérdida; sobre el tópico inacabado y siempre revelador del padre y la hija; sobre la inútil pero redentora descendencia, y sobre todo aquello que nos hace anclarnos a la vida con las garras de un animal cercado por la inminencia -perpetua- de la muerte.