Una mujer despierta en un aeropuerto de París. No recuerda nada de sí misma, aunque tiene dos pasaportes: el húngaro y el francés, únicas pistas para descubrir quién es. Sin embargo, no es tan fácil hacerlo, porque cada pasaporte es un código de prejuicios programados. Y lo que uno permite imaginar, el otro lo anula. Por eso esta novela es una espiral en la cual la identidad, individual y colectiva, se persigue a sí misma mientras es acosada por la nacionalidad. El único antídoto, quizás, es el pensamiento cartesiano. Y la literatura de Yargekov es un poco así. Este libro es vertiginoso, piensa en húngaro, francés y, siempre irónico, recuerda que la conciencia del privilegio no anula el orden mundial de los privilegios. Todo aquí tiene doble filo y un humor matemático fenomenal. Esta novela obtuvo el Prix de Flore en 2016.