Los cuentos de Rubén Darío no son meras muestras de habilidad, sino de verdadero ímpetu narrativo. Más allá de lo que puedan representar para la historia de la literatura, estos cuentos tienen una dignidad propia y autónoma que los enclava en la inmortalidad.
Es bien conocida la admiración que siempre profesó Gabriel García Márquez por la vida y obra de Rubén Darío, particularmente por su poesía. Gabo leyó reiteradamente a Darío desde sus años adolescentes, hasta el punto de saberse de memoria varios de sus más notables poemas. En una ocasión expresó que "Lo fatal" de Darío era el mejor poema jamás escrito en español.
García Márquez, que desde entonces quedó magnetizado por la figura y la obra de Rubén Darío, debió de mirarse como en un espejo en los relatos de su maestro, puesto que también él había sido un niño soñador en una aldea del Caribe, al cuidado de su abuela y de su tía abuela. Y, como el poeta nicaragüense, se había criado a la sombra de un viejo coronel que le contaba mil y una historias de las guerras civiles, el mismo que un día le llevó de la mano a conocer el hielo.