ALVAREZ GARDEAZABAL, GUSTAVO
Cóndores no entierran todos los días, se desgrana en una sucesión interminable de muertes que se narran a veces de manera muy descriptiva. El asesinato político es la constante de la violencia en Colombia y aquí, la novela lo recrea de manera exacta y repetida hasta el agotamiento. Por momentos el protagonista de la novela deja de ser León María Lozano y pasa a ser, en una palabra, la Violencia, con mayúscula, el periodo histórico que atravesó Colombia a mediados del siglo veinte.
En la novela no hay diálogos, el narrador no requiere de ellos pues esta es la historia que cuenta, la que él ha escuchado o vivido. Es la memoria quien habla en la novela, una memoria que atormenta y se niega a ser sepultada, que lucha por ser oída, por tener una voz propia para exigir, no que se haga justicia, ese no es el propósito de la literatura, sino para que las generaciones que van leyendo la novela, cincuenta años después de haber sido escrita, y 80 años después de haber ocurrido lo que da pie a esta obra, en este caso, puedan saber que la violencia es un fenómeno enquistado en este país como un cáncer que no deja de atormentarlo.