He pretendido que esta antología fuera fijada coralmente, no tanto por desconfianza al aplicar mi muy personal criterio de excelencia, cuanto por seguir una indicación, mejor diría, una enseñanza, para mí preciosa, que recibí de dos de mis amigos y maestros, Manuel Romero y José Valdivia, consistente en que para que nuestro trabajo acabe por ser auténtico, es decir, en verdad complaciente, debe reproducir también el eco de aquellos a quienes amamos y cuyo sentimiento de la poesía nos importa.