Cualquier intento de comprender el futuro papel de China en el mundo
comienza con el reconocimiento de su historia: ningún otro país puede
reivindicar una relación tan poderosa con su pasado y sus principios
tradicionales, y son muy pocas las sociedades que han alcanzado una
dimensión y una sofisticación comparables. Henry Kissinger fue el gran
artífice de la apertura de China al mundo con su visita en 1971 como
secretario de Estado, y la preparación de la que al año siguiente
llevaría a cabo el presidente Nixon.