El lector se va a topar con un libro nada complaciente, yo diría, incluso inclemente. Su título ya avanza lo que nos vamos a encontrar en sus páginas. Hay tanta oscuridad que no siento mi cuerpo, nos dice el poeta, invitándonos a transitar con él por un vacío donde la oscuridad parece no querer darnos aliento, pero que en el fondo, sin casi darnos cuenta, jalona nuestra orientación para dar, al final del trayecto, con la casa, con el lugar de la poesía. Una casa, por cierto, pequeña, que no, en cambio, la estancia en la que se suceden las distintas secuencias desoladoras que componen como una especie de caleidoscopio este singular libro. Ceniza parece querer decirnos que con la escritura se traspasan los límites de la soledad porque uno siempre sale con el apoyo de las palabras en busca del otro. Nos dice, en suma, que hay que salir al exterior de uno mismo a fin de poder ver, por paradójico que resulte, en nuestro interior para lograr al final atisbar quizás alguna esperanza. Manuel Borrás