Cándido, con toda su carga polémica, con todo el interés que tiene en demostrar la tesis de que el mundo es horrible y de que los seres humanos suelen ser egoístas, violentos e insensatos, es al mismo tiempo un libro lleno de gracia, de ligereza, de alegría. Una curiosa paradoja es que las personas optimistas, aquellas que creen en la perfección del mundo y en la infinita bondad del Creador, suelen defender sus tesis de un modo lúgubre, pesado y lleno de advertencias y recriminaciones (puesto que los males físicos y naturales se deben al pecado). El pesimista Voltaire, en cambio, no deja de gozar y de reírse al mostrar y demostrar los horrores del mundo, las maldades de los hombres y los buenos motivos que tenemos para ser pesimistas.