Digamos que un hombre, un escritor llegado de Lisboa, pasea por las calles de la Ciudad de México y se adentra en su cultura. Lo que podría ser un turisteo sin pretensiones se convierte en el viaje al corazón de una nación entrenada en las artes del absurdo, adicta a la versión más esperpéntica de sí misma. Enfermos de Párkinson que pasean en bicicleta, danzas que curan el envenenamiento, la enrevesada geometría del mezcal, un cura que se suicida varias veces y por distintas razones, una manifestación de locos atacada por perros hambrientos, turistas que admiran una catedral en perpetuo hundimiento. Éste es un recorrido donde la violencia y la infelicidad despiertan el adormecido instinto de un europeo, quien se pierde en la noche capitalina para toparse de frente con la locura, el sadismo, la desesperación. Escritas a partir de su estancia en México, estas Canciones mexicanas recrean en imágenes intrigantes y escenas descabelladas la comunión con un país herido de muerte. Conforman el homenaje que un escritor de primer nivel como Tavares rinde al país que cautivó su imaginación.