Durante sus años de bibliotecaria, Carla ha soñado a menudo en su futura existencia como pensionista: pasará por fin a ejercer como lectora, dedicando -como siempre ha deseado- largas horas a esa actividad, cómodamente apoltronada en su butaca y sin que nadie la moleste. Finalmente ve llegado ese momento cuando, al cumplir los sesenta años, abandona su puesto en la biblioteca municipal y se jubila. Con alguno de sus compañeros de trabajo sigue manteniendo un contacto esporádico, pero todo cambiará después de recibir una invitación que tendrá para ella importantes consecuencias. En el transcurso de un «desayuno de tenedor», Wolfram, un antiguo colega de la biblioteca, viudo sin descendencia y enfermo terminal de cáncer, le plantea una insólita oferta que no deja de resultar bastante tentadora: si Carla accede a ocuparse del entierro y de que en su lápida figure una inscripción, heredará una cuarta parte de su patrimonio. Si además se compromete a cuidar de él hasta el momento de su muerte, le corresponderán la mitad de sus bienes. Sin embargo, no acaba ahí su atrevida propuesta: si ella le "liquida" de acuerdo con sus deseos cuando Wolfram lo solicite heredará toda su fortuna, incluida una mansión de tres plantas en Weinheim... Eso acabará definitivamente con la tranquilidad que tanto anhelaba la bibliotecaria retirada.