VALENZUELA AMAYA, SANTIAGO
El tapón del Darién, esa extensión selvática en la frontera entre Panamá y Colombia es, desde la última década, un escenario de migración trasfronteriza. Es, a su vez, un lugar biodiverso, con 5790 kilómetros de selva, que une a Suramérica con Centroamérica. El trabajo Ayudando a los chilangos: solidaridad, políticas, redes y subjetividades en Turbo, Antioquia describe los flujos migratorios en esta frontera, donde personas de diferentes nacionalidades (cubanos, haitianos, cameruneses, somalíes, entre otros) cruzan diariamente, intentando llegar a Estados Unidos. Esta etnografía explora el fenómeno de la suspensión migratoria, un punto intermedio entre el lugar de origen y destino de la trayectoria que hacen los migrantes, un espacio de desaceleración y creación de planes para seguir adelante. Las migraciones en esta región de Colombia han pasado desapercibidas por el Estado colombiano, sin embargo, en agosto de 2016, el Estado tuvo que enfrentarse a una crisis humanitaria cuando más de 3500 cubanos se quedaron estancados en el municipio de Turbo por el cierre de la frontera en Panamá. Este episodio ocurrió antes de que se presentara un incremento en la llegada de migrantes venezolanos al país y dio luces sobre las contradicciones latentes en las políticas migratorias estatales, así como en la reacción de las instituciones locales en las zonas de frontera. La migración trasfronteriza en Turbo tiene una particularidad: se desarrolla en una región históricamente en conflicto, donde la atención humanitaria ha sido una necesidad latente. Así, migrantes y población local tienen en común un marco de significado compartido: el desplazamiento, la necesidad y virtud de crear redes para vivir y la hospitalidad, haciéndole contrapeso a las políticas restrictivas del Estado.