"Juliana Muñoz Toro ha escrito un libro singular, de esos que sólo pueden aparecer una vez, porque es imposible imitarlos, y porque nacen como una aventura impulsada por una pasión específica, configurando un mundo del que se puede entrar y salir libremente, pero al que siempre se querrá volver".
Piedad Bonnett
El Edén de los jardineros Adán y Eva, los Jardines Colgantes de Babilonia, el jardín de Calipso en la isla Ogigia, el jardín de senderos que se bifurcan de Borges, el campo de ranúnculos de Emily Dickinson, y muchos otros paisajes construidos desfilan por las páginas de este libro singular. Juliana Muñoz Toro utiliza los jardines como un espejo para reflejarse y hacer memoria de su conexión con estos espacios vitales y también los usa como ventanas para recorrer todos los que existen, bien sean creados, imaginados o soñados. La escritura poética de los textos que conforman este libro destila jardinidad, la palabra que ella ha acuñado para describir la conexión con lo divino y lo simbólico que encierran estos lugares.