ALVARADO SANCHEZ, MARIA CAMILA
Mujer a imagen y semejanza de Dios. -- La economía de la reproducción. -- Espejismo heterosexual. -- Y el miedo se hizo carne. -- Mentira acusadora. -- Las dos ovejas. -- El pánico moral. -- Mitos abominables. -- Estado religioso, estado peligroso. -- ¿Alguien quiere pensar en los niños por favor?. -- Amor y revolución. -- El cisma. -- Cuerpo incategorizable. -- Fragmentos de un todo. -- ¿Cree usted en Dios?. -- Disidencia y religión. -- Dios hecho humano. -- Las doctrinas arcoíris. -- Los nuevos mandamientos. -- La paradoja. -- Alejandra Casallas. -- Cris Tengonno. -- Fe Feathers. -- Cristian Méndez. -- Violeta Gómez. -- Organza histeria. -- Julián Guerrero. -- Lorena Daza. -- Flor Feathers. -- Juan Ricarte. -- Ángel Muggler. -- María Fernanda Moreno. -- Cam López. -- Camilo Acosta. -- Alejandro Penagos. -- Mar Feathers. -- Gabriela Quintana. -- Valeria Lizarralde. -- Daniela Maldonado. -- Lo más bello. -- Bibliografía.
A imagen y semejanza (2020-2021) Siempre me han dicho que como hijos de Dios debemos estar a su imagen y semejanza, ser masculinos, femeninas y heterosexuales. Si Dios en el principio creó el día y la noche, también creó el ocaso. Si creó hombres y mujeres, también creo la diversidad. ¿Qué sucedía cuando incumplía con mi deber? ¿Qué implicaba ser diversa y creyente? A imagen y semejanza comenzó como un proyecto fotográfico en medio de la pandemia donde creé el personaje de Sor María, una monja cuir de claustro que se sentía agobiada por el encierro y por la exposición constante a rituales religiosos dentro de su hogar. Este personaje vivía en una lucha interna entre su sexualidad y su fe, y oraba a diario buscando librar la culpa que cargaba por amar diferente. Mientras buscaba respuestas en sus plegarias, tuvo una epifanía y entendió que la respuesta no estaba en el encierro. Entonces decidió dirigir la mirada hacia afuera, y fotografiar al otre con el fin de compartir una experiencia de vida en común, ser personas disidentes de un sistema patriarcal, heterosexual y religioso. Contactó a cada una de las personas que quería retratar, algunas eran sus amigas, otras eran conocidas y otras fueron localizadas a través de redes sociales. Les indicó que quería construir las imágenes en la intimidad de sus hogares desde una mirada colectiva, pues no quería asumir un rol dominante con la cámara. Mientras las modelos se encargaban de tomar las decisiones estéticas y decidían que indumentaria llevar o como posar, ella se encargaba de la parte técnica, revisaba las condiciones de iluminación del espacio y buscaba el mejor encuadre posible para el retrato. Luego de retratarles, invirtió los papeles. Se despojó de sus vestiduras de monja, se vistió con la indumentaria de las personas, e intentó imitar sus gestos. Así las modelos se convirtieron en fotógrafas y ella posó frente a la cámara. Se puso en su lugar para vivir la experiencia del otre en su propio cuerpo. Sin embargo, aún no comprendía su relación con lo divino entonces decidió usar la palabra oral y escrita. Pidió a los modelos una serie de pequeños textos sobre su percepción de la identidad, y con relación a estos decidió plantear una narrativa entre la crónica y la ficción. Donde cuestiona su crianza, su relación con lo místico, y se manifiesta contra las dinámicas violentas en la religión como el prejuicio, la condena, y el control sobre los cuerpos diversos. A través de las metáforas de los elementos sagrados, se apropia del discurso, corroe las bases de la religión, y enuncia las posibilidades de una nueva teología hecha a imagen y semejanza de lo cuir.