DELGADO MONTERO, FRANCISCO DAVID
Una voz mínima es desastre en totalidad. Esa espera seguida de lo mínimo, deja ver una voz dada que centra la sincopa del verbo, con un más allá truncado de altitud, compensación abierta de lo ígneo. No es la mudez, pues esa plenitud se aparta en cuanto la paciencia escrita violenta la dicción del humo. La escritura, entonces, repite su paso negro, siendo discontinuidad silente.